jueves, 4 de junio de 2015

Madame Butterfly (o los ideales femeninos) 3



Continuando con el prolífico tema de la paternidad de nuestra Butterfly que viene a ser un ejercicio sobre hasta que punto el lejano y todavía a medio abrir Imperio Japonés estaba flotando en el aire sobre la cultura europea. Ejercicio sobre un material escurridizo, contradictorio que lo convierte en algo una tanto inútil; sin embargo,  hay unas sutiles diferencias entre versiones que, como iremos viendo, nos hablan de una evolución de la mirada occidental. Es evidente que la estética de los objetos que van llegando a Europa supuso quizás la mayor convulsión desde el Renacimiento en cuanto a las artes plásticas. Papeles pintados con motivos japoneses, kimonos, máscaras, abanicos, biombos y demás pequeños objetos de los que dejaron muestras evidentes artistas como Monet o Fortuny –por citar sólo dos ejemplos-,pero seguir este camino nos llevaría al amplio tema del Orientalismo que no es el objeto de este breve artículo.
Así que siguiendo con los “padres” de nuestro personaje hoy nos encontramos con John Luther Long (1861-1927) cuya principal aportación sobre el tema será el cambio de punto de interés. Mientas Loti se extiende en costumbres y paisajes dejando los personajes casi como figuritas prescindibles y planas, muy especialmente a la joven Crisantemo, Long, por el contrario no siente tanto interés por “ambientar” como en profundizar en los personajes y la historia a la que añade pequeños pero fundamentales cambios, fijando los nombres de los protagonistas definitivamente.
En 1899 Long publica en el Century Magazine un breve relato titulado “Madame  Butterfly” que fue directamente acusado de ser un plagio de la obra de Loti. Si tuviera que opinar yo diría que quienes tal cosa sostienen  no se han leído a Loti o lo han hecho con una excesiva superficialidad pues las diferencias son tan marcadas que cuesta más relacionar ambas obras que lo contrario. De hecho, el autor sostenía que su historia tenía su origen en sucesos reales que le contó su hermana que era misionera en Nagasaki y que incluso había conocido al hijo de Butterfly, Tom Glover, y de un oficial inglés.
Sintentizando la historia muy brevemente: Pinkerton, el infame oficial –aquí estadounidense, lo que fue bastante criticado- se casa, como Loti, provisionalmente pero ella se enamora y lo que es peor, por él se convierte al cristianismo rompiendo así con su familia lo que la convierte en casi lo peor que puede ser alguien en Japón: una desclasada como tan magníficamente explica Ruth Benedict en su clásico “El crisantemo y la espada”. Pinkerton parte prometiendo volver pero cuando lo hace viene casado y no se atreve a enfrentarse a Butterfly que ha tenido un hijo. Sin embargo, la rubia y arrogante americana, Adelaide, esposa del marino sí que se presenta en la casa tratando a Butterfly con una sorprendente condescendencia y después de tratarla como un juguete y “perdonarla”, le reclama al niño. Ante esta situación en la que pierde todo Butterfly se ve obligada a suicidarse. Esta “obligación” y el modo en que se dispone a hacerlo nos demuestran dos cosas, la primera es que es de origen samurái, la segunda, que quien lo describe sabe de lo que habla. Ya ha comenzado la ceremonia del suicidio acercando el puñal al cuello y aun rasgando algo de su piel cuando el llanto del niño detiene su mano. Entre la criada y ella curan su herida y cuando la rubia Adelaide viene a recoger al pequeño sólo encuentra la casa vacía. Unas palabras sobre la forma de suicidio que elige Butterfly, en realidad es la forma femenina del Hara-kiri o Seppuku, pues la forma más conocida empleada por los guerreros es excesivamente cruenta para las mujeres. Consiste en cortar la yugular, una muerte rápida y casi indolora. Detalle este que a los siguientes autores parece habérseles escapado y que, desde luego, hace más creíble la versión de Long de haber conocido la historia a través de su hermana misionera.
Por otro lado el hecho de que el hijo de una desclasada que ha abandonado a los suyos y de un bárbaro, yanqui en este caso, o sea, un mestizo, no tenga sitio en una sociedad tan estratificada como la japonesa regida por una interesante mezcla de shitoismo y, en este momento, neoconfucianismo, hace bastante coherente que se acercara al las misiones cristianas, cuando no al cristianismo. Con esto quiero expresar que no creo que el relato de Long sea en absoluto plagio de la obra de Loti. Claro que a estas alturas, nadie puede presentar sino conjeturas y opiniones.
Lo cierto es que entre la obra de Long y la de Puccini queda un solo paso pero será un salto cualitativo de suma importancia a todos los efectos y que, posiblemente, sea lo que convierte a la vacua Crisantemo de Loti y a la resistente Butterfly de Long, en el inmortal personaje ya elevado a los altares de la cultura.

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