Continuando
con el prolífico tema de la paternidad de nuestra Butterfly que viene a ser un
ejercicio sobre hasta que punto el lejano y todavía a medio abrir Imperio
Japonés estaba flotando en el aire sobre la cultura europea. Ejercicio sobre un
material escurridizo, contradictorio que lo convierte en algo una tanto inútil;
sin embargo, hay unas sutiles
diferencias entre versiones que, como iremos viendo, nos hablan de una
evolución de la mirada occidental. Es evidente que la estética de los objetos
que van llegando a Europa supuso quizás la mayor convulsión desde el
Renacimiento en cuanto a las artes plásticas. Papeles pintados con motivos
japoneses, kimonos, máscaras, abanicos, biombos y demás pequeños objetos de los
que dejaron muestras evidentes artistas como Monet o Fortuny –por citar sólo
dos ejemplos-,pero seguir este camino nos llevaría al amplio tema del
Orientalismo que no es el objeto de este breve artículo.
Así
que siguiendo con los “padres” de nuestro personaje hoy nos encontramos con
John Luther Long (1861-1927) cuya principal aportación sobre el tema será el
cambio de punto de interés. Mientas Loti se extiende en costumbres y paisajes
dejando los personajes casi como figuritas prescindibles y planas, muy
especialmente a la joven Crisantemo, Long, por el contrario no siente tanto
interés por “ambientar” como en profundizar en los personajes y la historia a
la que añade pequeños pero fundamentales cambios, fijando los nombres de los
protagonistas definitivamente.
En
1899 Long publica en el Century Magazine un breve relato titulado “Madame Butterfly” que fue directamente acusado de
ser un plagio de la obra de Loti. Si tuviera que opinar yo diría que quienes
tal cosa sostienen no se han leído a
Loti o lo han hecho con una excesiva superficialidad pues las diferencias son
tan marcadas que cuesta más relacionar ambas obras que lo contrario. De hecho,
el autor sostenía que su historia tenía su origen en sucesos reales que le
contó su hermana que era misionera en Nagasaki y que incluso había conocido al
hijo de Butterfly, Tom Glover, y de un oficial inglés.
Sintentizando
la historia muy brevemente: Pinkerton, el infame oficial –aquí estadounidense,
lo que fue bastante criticado- se casa, como Loti, provisionalmente pero ella
se enamora y lo que es peor, por él se convierte al cristianismo rompiendo así
con su familia lo que la convierte en casi lo peor que puede ser alguien en
Japón: una desclasada como tan magníficamente explica Ruth Benedict en su clásico
“El crisantemo y la espada”. Pinkerton parte prometiendo volver pero cuando lo
hace viene casado y no se atreve a enfrentarse a Butterfly que ha tenido un
hijo. Sin embargo, la rubia y arrogante americana, Adelaide, esposa del marino
sí que se presenta en la casa tratando a Butterfly con una sorprendente
condescendencia y después de tratarla como un juguete y “perdonarla”, le
reclama al niño. Ante esta situación en la que pierde todo Butterfly se ve obligada
a suicidarse. Esta “obligación” y el modo en que se dispone a hacerlo nos
demuestran dos cosas, la primera es que es de origen samurái, la segunda, que
quien lo describe sabe de lo que habla. Ya ha comenzado la ceremonia del
suicidio acercando el puñal al cuello y aun rasgando algo de su piel cuando el
llanto del niño detiene su mano. Entre la criada y ella curan su herida y
cuando la rubia Adelaide viene a recoger al pequeño sólo encuentra la casa
vacía. Unas palabras sobre la forma de suicidio que elige Butterfly, en
realidad es la forma femenina del Hara-kiri o Seppuku, pues la forma más
conocida empleada por los guerreros es excesivamente cruenta para las mujeres.
Consiste en cortar la yugular, una muerte rápida y casi indolora. Detalle este
que a los siguientes autores parece habérseles escapado y que, desde luego,
hace más creíble la versión de Long de haber conocido la historia a través de
su hermana misionera.
Por
otro lado el hecho de que el hijo de una desclasada que ha abandonado a los
suyos y de un bárbaro, yanqui en este caso, o sea, un mestizo, no tenga sitio
en una sociedad tan estratificada como la japonesa regida por una interesante
mezcla de shitoismo y, en este momento, neoconfucianismo, hace bastante
coherente que se acercara al las misiones cristianas, cuando no al
cristianismo. Con esto quiero expresar que no creo que el relato de Long sea en
absoluto plagio de la obra de Loti. Claro que a estas alturas, nadie puede
presentar sino conjeturas y opiniones.
Lo
cierto es que entre la obra de Long y la de Puccini queda un solo paso pero
será un salto cualitativo de suma importancia a todos los efectos y que,
posiblemente, sea lo que convierte a la vacua Crisantemo de Loti y a la
resistente Butterfly de Long, en el inmortal personaje ya elevado a los altares
de la cultura.
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