Título: “Diario de un viejo loco”
Autor: Tanizaki, Junichiro
Editorial: Siruela
Ciudad Fecha: Madrid 2014
Edición original: 1961-62 ¿?
Traducción: Del inglés, lo que desmerece,
Maria Luisa Balseiro.
Género: Narrativa pags.144 p.
Precio: 17’40
Calificación personal: 8
Si a palo seco un español tuviera que poner
titulo a esta obra no sería “Diario de un viejo loco” sino “Diario de un viejo
verde”. La habitual sutileza japonesa chocaría aquí brutalmente con la rudeza
que nos caracteriza. Personalmente yo dudaría y mucho a la hora de elegir entre
uno de ambos títulos.
Tanizaki es un maestro de las formas más
enfermizas de erotismo como lo ha demostrado en tantas obras pero aquí yo diría
que camina por el filo de la navaja entre el dueto trágico y eterno entre el
eros y la parca, o mucho peor aún, entre el eros y la enfermedad. ¿Hasta qué
punto el erotismo que describe es enfermedad (locura) o simple erotismo de
enfermo? Por eso nunca podría decidirme entre viejo loco o viejo verde a la
hora de poner título.
En formato diario, como el título indica, un
anciano (de los años 60, o sea no tan anciano aunque sí enfermo) adinerado nos
va dejando ver la atracción que siente por su nuera, mujer de su único hijo varón
y que convive en la casa junto con su mujer, el servicio y la enfermera.
Satsuko, la nuera ha sido antes de casarse cabaretera de gran belleza que ha
fue la única causa del matrimonio pese a la oposición materna. La chispa vital
de una mujer en nada tradicional destaca sobre el entorno más conservador del
resto de la familia. Esa atracción poco a poco se va volviendo más y más “perversa”,
ella juega con él y al mismo tiempo le da alegría y vida. El anciano, enfermo,
ni siquiera ve motivo para frenar esa atracción por la mujer de su hijo y por
las relaciones de ella con otros hombres permitidas –y hasta casi fomentadas-.
Los ejes pues de la novela, corta, son ella y los diversos padecimientos del
hombre que se entrelazan. Con un final para el que no encuentro nombre pero que
dudo que ningún occidental hubiera trazado.
El sentimiento general según se avanza en la
novela es de angustia, primero por el juego de lo que llamaríamos –también con
nuestra rudeza de pata negra- una sacona de cuidado y luego cuando ella va
perdiendo ese fácil perfil al mismo tiempo pero no relacionada con ello, que la
enfermedad, enfermedades mejor dicho, van cobrando mayor importancia. La manera
con que se nos informa de la medicación, la tensión arterial, los sustos, las
pulsaciones es meticulosa y casi clínica, en parte de los episodios finales es
directamente clínica, hace que esa angustia de la que hablaba no nos abandone.
Fuera de la historia el anciano hace ciertas
reflexiones que resultan interesantes sobre las formas de vida, las casas, las
ciudades, las religiones y su relación con ellas, especialmente brillante es la
visión que ofrece del Tokyo moderno. Entre líneas detectamos las formas
ritualizadas de relaciones sociales más o menos íntimas, especialmente dentro
del matrimonio, que resultan interesantes.
Sintetizando: novela de fácil lectura, en
absoluto banal, y de un extraño y morboso erotismo. Yendo un paso más diría que
inquietante y que quizás prefigura los autores que darán un paso más entrando
en universos más sangrientos pero de erotismo no mucho más enfermizo.
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