domingo, 8 de febrero de 2015

Madame Butterfly (o los ideales femeninos) 1

Tras una excesivamente larga ausencia por problemas varios vuelvo a retomar este blog con más ganas si cabe y, espero, que con más éxito.



Ante ciertas obras de cualquier tipo de manifestación artística permanecemos en una convivencia casi cotidiana sin reparar en los muchos matices que pueden llegar a encerrar. Es el caso de “Madame Butterfly”. Dentro de la gran ópera, es, sin duda, una de las más apreciadas y conocidas, junto, por supuesto con “La traviata” y la castiza “Carmen”. En el caso de nuestra Madame tiene un punto sentimentaloide en que ha hecho que encaje en un público más amplio –no todo lo deseable desde luego- que otras como “Aida” o “Rigoletto”, por poner dos ejemplos. Evidentemente en este blog no vamos a hablar de la obra operística como tal sino en lo que tiene de visión de Japón de una época.
Para hacerlo hemos de remontarnos a la Exposición Universal de Londres de 1862, curiosamente con un Japón todavía cerrado a cal y canto a las relaciones con el resto del mundo, en ella la artesanía y las artes japonesas fueron una campanada estética más que considerable. La pregunta inmediata que surge es: ¿si estaba tan cerrado, como llegaron a Londres piezas japonesas? La respuesta nos va a servir también para comprender alguna de las muchas piezas extrañas que aparecen en la ópera.  El aislamiento japonés tras una serie de devenires internos, demasiado enrevesados para esta entrada pues merecerían entrada aparte, acabó haciendo una concesión a los holandeses, que habían tenido la sabiduría de no meterse en asuntos internos del Imperio, concediéndoles la isla artificial de Dejima, a menudo más conocida como Deshima, muy próxima a Nagasaki, en 1720 incluso se permitieron libros holandeses y, más o menos legalmente, hubo una especie de corriente migratoria holandesa de Dejima a Nagasaki que explica la presencia de objetos japoneses en Londres en fecha tan temprana como 1862. Es ahí donde nace el llamado “japonismo” que tan hondamente ha calado en nuestras formas estéticas que ya ni nos damos cuenta de que trabajamos con sus principios al mismo nivel que con los nuestros, en todas las artes plásticas, a menudo con un deliberado y plagiario “japonismo forzado”, que no tiene nada que ver no ya solo con el evidente e inevitable japonismo de los primeros momentos sino que tampoco, y esto es más grave, con una sana “digestión” de sus diversas estéticas. Raro es, que no excepcional, que el artista haya interiorizado los principios japoneses para verterlos en obra propia, necesariamente occidental.  La comercialización de productos abaratados, el Manga, igualmente mal digerido y la fantasía –en gran parte fomentada por ciertas actitudes japonesas- sobre artes marciales reconvertidas en desparrames de testosterona no han ayudado precisamente a esa “digestión”.
Madame Butterfly es una pieza interesantísima no tanto por sus innegables valores estéticos sino incluso por su situación en el pensamiento occidental y por su génesis. Parece ser que el creciente gusto por lo orientalizante hizo que se desbocara un poco el asunto de escribir sobre el mismo, especialmente sobre algo tan nuevo como era Japón por entonces. De ahí que algunas de las fechas que vamos a manejar se superpongan o no encajen. La historia parece tan liada que a la fuerza tengo que tomar postura y lo hago ateniéndome a las fechas. Así que he de comenzar por Pierre Loti, autor que quienes somos aficionados al Japón hemos tenido que conocer casi por obligación y muy poco por gusto. Permitidme un inciso, Loti si se lee cuando se está comenzando a estudiar Japón en una u otra dimensión,  resulta una verdadera delicia, al profundizar en el estudio sobre Japón, la cosa cambia, pero ya hablaremos (mal) de él más adelante. Nacido Julien Viaud fue conocido como Pierre Loti, (1850-1923) Oficial de la Marina Francesa, es escritor para algunos enmarcado dentro del impresionismo literario (permítaseme no tener claro este concepto, pero parece ser que hay sabios que sí). Elegido miembro de la Academia Goncourt en 1883, y miembro de la Academia Francesa en 1891 (Wiki Dixit), resulta escritor en extremo decorativista, es como si al trazar las imágenes del Japón que cree conocer nos estuviera pintando un tapiz precioso para el salón y, sobre todo, que nos diga lo que queremos leer en él. Por lo menos así es Loti en cuanto he leído de él. No era el único, de hecho quizás sea el más inofensivo de cuantos plumíferos escribieron por entonces sobre el exótico y prácticamente recién descubierto Japón.  Bien, Loti publicó en 1887 Madame Chrysanthème que supuso todo un acontecimiento editorial en Francia haciéndose terriblemente popular, algún estudioso afirma que se basó en un hecho real, según él a principios de los 90, sólo que Madame Chrysanthème se publicó en el 87, lo que nos lleva a la complejidad y diversidad de fuentes –e intereses- en torno a esta obra, de hecho el gusto por lo japonés convertido en espectáculo ya tenía una muestra esplendorosa en Londres donde desde1885 triunfaba en los escenarios “El Mikado” de Gilbert y Sullivan. Siendo desde el primer momento hasta la actualidad una de las obras más representadas y queridas por el mundo anglosajón. Hay que mencionar que la lejanía y el exotismo de ese país tan en las antípodas en todos los sentidos permitieron a los autores una cierta crítica de determinados usos y costumbres ingleses, a la sazón en plena era victoriana. No es banal esta puntualización de la época pues más allá de cuanto vayamos desgranando en estas entradas hay una corriente mucho más profunda que merece ser destacada para saber qué estamos viendo y apreciar los diferentes niveles de contenido que conlleva.
Por hoy dejaremos aquí a nuestra Madame Mariposa, que para acercarnos a ella ya es suficiente.

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