lunes, 27 de agosto de 2018

GENGOROH TAGANE, EJEMPLO DE FUSION

 En la entrada anterior parecía estar un tanto en el universo de la guerra de las galaxias pero no. Es evidente que las luces producen sombras pero también que lo que en Oslo es un día normal, en Sevilla es una helada histórica. Habíamos dejado el tema en el punto en que la cultura japonesa entra en contacto con la occidental de un modo radical. Por aclarar un poco, Japón entra en contacto con la cultura occidental en la era Meiji en el XIX, las influencias de escritores anglosajones y franceses en los inmensos narradores de la segunda mitad del XIX y del XX nos lo demuestran. Sin embargo, aunque sea un tanto tosco el concepto, poco pulido, creo que con el militarismo se produce un cierto alejamiento relativo de la cultura occidental. Por eso cuando digo que entró en contacto de un modo radical me refiero al momento en que tras la guerra del Pacífico Japón se ve envuelto en un juego de fuerzas contrarias y centrífugas algunas pero que hacen que el choque de nuevo con Occidente y su cultura sea brutal, absoluto e irreversible. Sobre todo es tan potente que en pocos años ya es difícil saber quien influye a quien.
En ese lado del arte que no es apto para menores y que, por tanto, ni se menciona ni se toma demasiado en serio, el erotismo y la pornografía, es donde quizás sea más evidente o mas espectacular si se quiere el pulso con que Japón ha tomado casi literalmente las normas estéticas europeas frente a las tradicionales pero sin dejar de tener un aire inequívocamente japonés.
Desde mi punto de vista uno de los más claros ejemplos de lo que vengo sosteniendo es Gengoroh Tagane, nacido en el 64, heredero directo de la generación que vivió los bombardeos atómicos, algo que nunca se debería perder de vista.
 La obra de Gengoroh Tagane es básicamente pornográfica, sin ningún sentido negativo, en absoluto, homosexual y sádica. Este último punto nos debería resultar lógico después de haber visto la historia de Sada Abe. Ahora bien, echemos una somera mirada a los trabajos del autor. Su dibujo no puede ser más a la manera occidental, detallado y realista, escorzos, perspectivas, poco o ningún interés por los elementos naturales, desnudo, de acuerdo, pero viendo la imagen que encabeza este párrafo, por ejemplo, ¿alguien dudaría de que el autor es japonés a poco que sepa de Japón? Lo dudo mucho. Una vez más se ha encontrado una peculiar forma de modernizar sin traicionar. Concretamente en esta imagen, sádica por demás, juega con elementos del shibari que colocan al personaje en una situación límite.
Su ideal masculino son hombres grandes, fuertes, barbados y velludos como el que inicia la entrada, un tipo más occidental que nipón pero viste, cuando viste, un kimono escaso que descubre más que cubre y cuando se le somete a colgarle cosas de partes anatómicas que ya cuelgan de por sí (occidente pone botas, pesos etc) esas cosas son jarrones de porcelana con la carpa pintada. Capa sobre capa el resultado es ante todo culturalmente japonés.
Hace unos años ediciones La Cúpula sacó al mercado español una de las obras cumbres de Gengoroh en tres volúmenes "La casa de los herejes". Evidentemente es un manga. Estéticamente se han sumado los valores gráficos japoneses que llegaron a Marvel, por ejemplo, y los ha vuelto a recoger transformados por la estética de los superhéroes. Perspectivas, sombras, realismo y detallismo, casi de línea clara se podría decir, es mucho decir, claro. Ahora bien, heredero de la manera explicita de expresar el sexo de los shunga, sus imágenes pornográficas tienen una potencia incontestable. Aunque se pudiera admitir que estéticamente está más cerca de occidente, cosa que es muy muy muy cuestionable, la trama va mucho más allá de lo que llegaría occidente en casi todo, ofreciendo al mismo tiempo la visión panorámica de la forma de entender el mundo y la vida del Japón tradicional. Realmente es una historia espeluznante en la que se saltan y profanan los tabús universales casi con familiaridad. Al leerlo llegas a dudar si estás ante una obra pornográfica o un relato de terror, quizás no demasiado alejado del universo de Poe.
De nuevo incluso en algo tan poco "oficial" se logra una síntesis sin traición. Occidente nunca lo ha logrado. Cargamos con demasiados tabús y demasiados eufemismos.

jueves, 9 de agosto de 2018

LA OSCURIDAD JAPONESA

Obra de Toshio Saeki (1945-     )
 
Esta entrada bien pudiera como la anterior entenderse como mis relaciones íntimas con la cultura japonesa pues va a vuelapluma y es "de opinión" .
Como todo, la cultura japonesa tiene sus luces y sus sombras y si en las luces nos sobrecoge su exquisitez en las sombras simplemente nos aterroriza. Es ese aspecto creo que Japón y España se parecen mucho, también nuestras sombras tienen lo suyo aunque, seguramente por el control de la iglesia católica, no las hayamos plasmado de manera tan explicita. Incluso el maestro del lado negro literario, D. Don Ramón Maria del Valle-Inclan, no resulta brutal Estoy desbarrando un poco pues antes de nada hay que decir que las sombras españolas (y olé) son más, casi exclusivamente, sociales y muy apegadas a la cruda realidad. Puede que mi ignorancia sea tan excelsa que caiga en estar en la inopia en este tema pero no tengo presente ningún autor de literatura fantástica hispano, cuentos sí, pero no mucho más. Lo único comparable a la barbarie de las sombras en las artes plásticas japonesas sólo puede ser Don Francisco de Goya y Lucientes, en especial "Los caprichos", "Disparates" y por encima de todo "Los desastres de la guerra" en los cuales no hay ni una pizca de fantasía, desgraciadamente. Japón, en cambio, parte casi siempre de un elemento sobrenatural, tomado de la tradición oral y sus variaciones para crear otros mundos.
Siempre desde mi conocimiento limitado este tipo de obra no aparece, o lo hace muy raramente, en pinturas y grabados. Por supuesto, los combates de los héroes con monstruos sí que son tema de grabados, hemos de contar que el esplendor de la estampa japonesa se alcanza en el XVIII, quizás cuando ya esas tradiciones hayan perdido su fuerza inicial para ser poco más que temas decorativos. El ejemplo más claro es la célebre estampa de Hokusai de la mujer poseída por el pulpo. Se tomó un mito casi fundacional y se le fue degradando para acabar siendo lo que había sido poderoso dragón marino, un pulpo lujurioso y el acto de abrir el vientre a la heroína se convierte en un espasmo casi pornográfico. O sin casi.
Ese es otro tema que arrancaría de los shunga y evolucionaría de una manera a partir de ahí. En Europa hemos tenido que bregar con veinte siglos de castidad artística para acercarnos a ese nivel sexual-sensual. Tema el sexual que, aunque lo parezca, nunca ha estado muy lejos de la oscuridad japonesa: mujeres zorro, mujeres de boca sin fin, mujeres de largos (y fálicos) cuellos, mujeres sin cara, incluso hoy la imagen más terrorífica no gore es la de la mujer-niña con el pelo mojado cubriendo media cara y el ojo libre mirando fijamente hace brincar en sus asientos a media humanidad. Este sería un elemento básico de esa faceta oscura.
Otra sería, demasiado obviamente, Godzila & company. Terror posnuclear que marca todo un género mundial recogiendo algunos elementos indígenas de cada país.
Ante este panorama se siente la tentación de pensar que ese aspecto terrorífico y sádico (El imperio de los sentidos, por ejemplo) arrancaría de las Bombas del 45. Sin embargo, no es así, sino que, como dije más arriba, está presente en la tradición oral y artística pero en otras artes como la prodigiosa y apasionante iconografía del tatuaje.
Con todo ese acervo (en el los yokai no cuentan demasiado) Japón entra en contacto con occidente, seamos rigurosos: las artes japonesas entran en contacto con occidente y asimilan formas y principios que integran es los suyos dando como resultado unas artes que muestra una oscuridad más que perturbadora


miércoles, 1 de agosto de 2018

RELACIONES MUY INTIMAS

Sí, es la única manera con la que puedo definir la relación que mantengo desde hace muchos años con la cultura japonesa y su entorno.
Ahora, realmente, ya no sé si es amor, adicción o puro masoquismo. Quizás cabría todo en el término fascinación. No necesariamente para bien, no confundamos. Más o menos quien se acerca en serio a la cultura japonesa acaba como el hombre de la ilustración, atrapado por ella y sin escapatoria posible. No importa cuanto intente alejarse de ella, vuelve siempre, o, algo curiosísimo, te vuelve a ti. Encuentras a alguien, o algo, o te preguntan. De algún modo el tentáculo, tan amado por ellos, sigue sin soltarte aunque sepas que no puede salir nada nuevo ni bueno de ese reencuentro, a veces ni siquiera placer estético.
Hubo un tiempo en que estudié Japón de un modo que quería ser profesional, de hecho me doctoré en arte japonés. Bueno, ya sabemos que es tema minoritario (¿en serio?) y que poco charco para demasiados peces y algún que otro lagarto/a. No es eso de lo que quiero hablar sino de algo más sutil (como japonés que es, claro) y que en román paladino se traduce en la enorme cantidad de dificultades que, no se sabe de donde, aparecen para investigar en cuanto se huele (quien sea) que vas en serio. Entre eso y la vieja técnica del cuco me decidieron a abandonar la investigación, más el veneno, el tentáculo, me tenía demasiado atrapado como para poder alejarme de la fascinación. Cuando lo hice las dificultades, no sólo para mí, iban creciendo y bajando. Explícome: crecían en número y bajaban los salarios por conferencia, por ejemplo.
Me alejé si no con alegría sí con cierto alivio, una especie de "ahí os quedáis" castizo, pero como dice el tango, siempre se vuelve al primer amor. Aunque no se quiera. No ha mucho apareció un viejo fantasma de entonces. Cuando le conocí era un joven pujante y enérgico, hoy parece succionado como uno de esos seres sobrenaturales de la tradición japonesa. No es de extrañar, por lo que me estuvo contando le va bien, claro que ese concepto al hablar de estudios japoneses puede no ser lo que parece. Las dificultades no han crecido, se han convertido en otra cosa parecida a un intento de control de lo que se dice cuando y donde en función de no sé sabe (o sí) de qué intereses. Lo curioso es que no viene de un único frente y que el resultado viene a ser (perdón por la exageración) una investigación "al dictado". Esto dices, esto no dices, lo de más allá me lo cambias. Por supuesto la dosificación de la que ya hablaba el Dr. Vallejo Najera en Mishima o el placer de morir permanece (en la cultura japonesa todo permanece salvo la mirada)
Resumiendo y para acabar esto es un aviso a navegantes. La investigación actual sobre cultura japonesa hay que cogerla con pinzas, no es que carezca de rigor (casi nunca) o de trabajo sino de ese filtro de cristal que está, por que está, pero no se ve por que es demasiado sutil. Me encantaría poder decir que la investigación está prostituida pero no puedo. Primero por que como decía Filomena Marturano "aquí no paga nadie" y segundo por que mal se puede uno prostituir por algo tan adictivo y hermoso como las artes japonesas. "Mediatizada", tampoco exactamente, "controlada", no, por Dios. En fin que como no sé explicarme mejor dejo a vuestro leal saber y entender el sentido.´
Sólo un par de cosas más: hay muchos investigadores que se están dejando la piel con un trabajo serio y profundo, riguroso y contundente. El problema es cuando esos trabajos llegan a nuestras manos que no es que se hayan cambiado pero... En suma y en sigue: si cualquier texto requiere una mirada distanciada y crítica, los frutos de los muy formados investigadores actuales de la cultura japonesa, hay que "trabajárselos" un poco más para distinguir donde acaba la aportación del autor y empieza otra cosa.
Todo esto se podría decir con palabras más contundentes y que dejaran más claro el asunto pero ya no sería políticamente correcto (de hecho, esta entrada ya no lo es) y además dada la dureza del castellano no serían probablemente justas.