jueves, 9 de agosto de 2018

LA OSCURIDAD JAPONESA

Obra de Toshio Saeki (1945-     )
 
Esta entrada bien pudiera como la anterior entenderse como mis relaciones íntimas con la cultura japonesa pues va a vuelapluma y es "de opinión" .
Como todo, la cultura japonesa tiene sus luces y sus sombras y si en las luces nos sobrecoge su exquisitez en las sombras simplemente nos aterroriza. Es ese aspecto creo que Japón y España se parecen mucho, también nuestras sombras tienen lo suyo aunque, seguramente por el control de la iglesia católica, no las hayamos plasmado de manera tan explicita. Incluso el maestro del lado negro literario, D. Don Ramón Maria del Valle-Inclan, no resulta brutal Estoy desbarrando un poco pues antes de nada hay que decir que las sombras españolas (y olé) son más, casi exclusivamente, sociales y muy apegadas a la cruda realidad. Puede que mi ignorancia sea tan excelsa que caiga en estar en la inopia en este tema pero no tengo presente ningún autor de literatura fantástica hispano, cuentos sí, pero no mucho más. Lo único comparable a la barbarie de las sombras en las artes plásticas japonesas sólo puede ser Don Francisco de Goya y Lucientes, en especial "Los caprichos", "Disparates" y por encima de todo "Los desastres de la guerra" en los cuales no hay ni una pizca de fantasía, desgraciadamente. Japón, en cambio, parte casi siempre de un elemento sobrenatural, tomado de la tradición oral y sus variaciones para crear otros mundos.
Siempre desde mi conocimiento limitado este tipo de obra no aparece, o lo hace muy raramente, en pinturas y grabados. Por supuesto, los combates de los héroes con monstruos sí que son tema de grabados, hemos de contar que el esplendor de la estampa japonesa se alcanza en el XVIII, quizás cuando ya esas tradiciones hayan perdido su fuerza inicial para ser poco más que temas decorativos. El ejemplo más claro es la célebre estampa de Hokusai de la mujer poseída por el pulpo. Se tomó un mito casi fundacional y se le fue degradando para acabar siendo lo que había sido poderoso dragón marino, un pulpo lujurioso y el acto de abrir el vientre a la heroína se convierte en un espasmo casi pornográfico. O sin casi.
Ese es otro tema que arrancaría de los shunga y evolucionaría de una manera a partir de ahí. En Europa hemos tenido que bregar con veinte siglos de castidad artística para acercarnos a ese nivel sexual-sensual. Tema el sexual que, aunque lo parezca, nunca ha estado muy lejos de la oscuridad japonesa: mujeres zorro, mujeres de boca sin fin, mujeres de largos (y fálicos) cuellos, mujeres sin cara, incluso hoy la imagen más terrorífica no gore es la de la mujer-niña con el pelo mojado cubriendo media cara y el ojo libre mirando fijamente hace brincar en sus asientos a media humanidad. Este sería un elemento básico de esa faceta oscura.
Otra sería, demasiado obviamente, Godzila & company. Terror posnuclear que marca todo un género mundial recogiendo algunos elementos indígenas de cada país.
Ante este panorama se siente la tentación de pensar que ese aspecto terrorífico y sádico (El imperio de los sentidos, por ejemplo) arrancaría de las Bombas del 45. Sin embargo, no es así, sino que, como dije más arriba, está presente en la tradición oral y artística pero en otras artes como la prodigiosa y apasionante iconografía del tatuaje.
Con todo ese acervo (en el los yokai no cuentan demasiado) Japón entra en contacto con occidente, seamos rigurosos: las artes japonesas entran en contacto con occidente y asimilan formas y principios que integran es los suyos dando como resultado unas artes que muestra una oscuridad más que perturbadora


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