Partiendo
del peincipio de que no soy un experto en el tema y después de haber visto unos
pocos cientos de estampas de este tipo y sin querer sentar cátedra podría
aportar alguna reflexión, si no nueva, si en otro contexto. Una de ellas sería
encontrar los rasgos comunes a todos ellos (o a casi todos, recordemos que la
excepción confirma la regla) y, a su vez, elementos que desde occidente nos
sorprenden como objetos que puedan ser considerados eróticos.
Pausa
considerativa: es complejo el tema si entramos a definir y separar lo que es
pornográfico de lo que es erótico y no ya solo por las diferencias de las
culturas sino por la diferentes visiones dentro del mismo entorno cultural y
las posición moral o religiosa que rija en cada momento y en cada sitio. Tras
arduos debates con el grupo de investigación no llegamos a ninguna conclusión
que pueda ser válida a la hora de responder a ¿los shunga son eróticos o
pornográficos? Y dado que, oficialmente, tengo libertad de pensamiento, me
permito expresar la mía antes de seguir con los rasgos comunes. La diferencia
entre uno y otro concepto es tan delicada como una telaraña y, al final, está
en el ojo de quien mira. Más importante es la cuestión de base del conflicto.
Me refiero a que si consideramos una experiencia artística de cualquier tipo
erótica es algo positivo o por lo menos tolerable, en cambio si lo consideramos
pornográfico no lo es y empiezan los escándalos y demás. Recuerdese cuando la
Maja desnuda era pornográfica. Ahora bien ¿alguien me puede decir qué tiene de
malo la pornografía ante los adultos? O yo soy un depravado o estamos todos
locos. Tengo casi sesenta años (hala el abuelo este!) y todavía no he
encontrado nada negativo en la pornografía entre y para adultos, sin olvidarnos
de que sea consentida en el caso de la fotografía, películas y demás (en las
artes tradicionales no creo que usaran muchos modelos para estas cosas) Pero
los limites son los mismos que para cualquier otra manifestación (llevaríamos a
nuestros hijos a ver “Esperando a Godot”, pongo por caso) y para ir cerrando
esta pausa considerativa expondré mi posición ideológica ante el tema, erotismo
y pornografía son lo mismo a nivel universal, a nivel de nuestra cortita visión
eurocéntrica se puede considerar que la pornografía es el erotismo pasado de
rosca. Ahora bien y dejo el asunto en el aire: la Historie d’O película se
consideró erótica cuando es una de las películas más brutalmente agresivas a lo
establecido en las relaciones hombre-mujer. Sin embargo, vemos una porno
estándar: cuerpos desnudos, besos, prácticas placenteras, gozo físico y el
esplendor completo de los cuerpos humanos. Cual de ambas tiene elementos mas
dañinos para la mente del hombre occidental. Y conste que Histoire d’O la vi
con quince años. (aquellos cines de verano) que viene a ser la peor edad para
verla.
Obviando
pues el tema de lo erótico/pornográfico del shunga, que tanto ha dado que
hablar, veamos algunos de los rasgos que veo que son comunes en todos las
épocas y otros que a ojos occidentales nos resultan, cuanto menos, desconcertantes.
Uno
de los más llamativos a nuestros ojos y característico es la ausencia
prácticamente total del desnudo. Creo que, frente a nuestra cultura grecolatina
que ha consagrado el desnudo artísticamente y condenado moralmente, la japonesa
no ha hecho ni una cosa ni otra. En las artes el desnudo es prácticamente
inexistente y en la vida real no tuvo mayor importancia hasta la era Meiji que
copió, también en esto, patrones occidentales. El caso es que ante el desnudo
se mantiene en Japón una posición ambigua y desconcertante hasta cierto punto.
Por un lado los ya mencionados baños comunes y sus peculiares abluciones, por
otro la intensa producción de mangas o libros ilustrados claramente
pornográficos en los que, en no pocos se “pixela” la zona genital, no en todos
desde luego, y, frente a esta actitud más o menos abierta, la legislación
japonesa puede encerrar a quien muestre el vello púbico.
Si
atendemos, de momento, al aspecto y las razones culturales o estéticas por
mejor decir, nos daremos cuenta que no solo las figuras están vestidas y
cuidadosamente descubiertas las zonas genitales sino que esos vestidos están
jugando un papel fundamental en el plano plástico con sus curvas y
contracurvas, las líneas de los estampados y los colores de las diversas prendas
superpuestas y sus respectivos estampados. En otras palabras: es una armonía la
que se busca en la que se prioriza la parte “pedagógica” pero dentro de un
entorno estético tan importante como ésta. Si para occidente el desnudo es un
fin en sí mismo, y más si es un desnudo más o menos erótico, en Japón es parte
de un todo en el que no ocupa un segundo plano el juego cromático y lineal de
las vestimentas. Es evidente que hay shungas con desnudos pero son una
aplastante minoría y casi casi me atrevería a decir que de temática homosexual,
al menos en su mayoría.
Otro
punto característico es el tamaño. Si el tamaño no importa, dicen, los
japoneses no se lo creen, o al menos eso dan a entender sus estampas. Los
miembros son descomunales y “fornidos” siempre en su esplendor y venosos
marcando la fuerza de su imagen, excepción hecha de los miembros viriles de los
jovencitos en las estampas homosexuales. En suma: las zonas genitales están muy
desarrolladas y destacadas siempre tanto en varones como en mujeres. Mientras
occidente, desde Grecia, minimizaba el aparato genital llegando al portentoso
invento de la hoja de parra, tan oportuna como difícil de sostenerse, los
japoneses nos muestran sexos gloriosos a pleno rendimiento y, lo que viene a
resultar lo más importante, sin ningún tipo de clandestinidad ni persecución.
Esta
misma potencia en los trazos de los genitales les lleva a veces, sobre todo en
estos tiempos, a resultar poco menos que brutales, sin reparo alguno. Sin
reparo alguno como nos muestran ejemplos como la trilogía “La casa de los
herejes” ilustrada por Gengoroh Taname, en la que se aborda partiendo la
tradición cultural y social japonesa (concretamente antes de la Guerra del
Pacífico) y desde un planteamiento claramente sádico no sólo la promiscuidad a
la que someten al protagonista, sino el espinoso tema del incesto, llegando al
culmen en el episodio del hijo violando al padre. De hecho, las relaciones
incestuosas son la base del relato. Reconozco que las ilustraciones puede que
deban mucho a occidente (el desnudo, por ejemplo) pero no desde luego ni su
tratamiento en la página ni en sus planteamientos generales.
Siguiendo
con los rasgos que yo he detectado como comunes cabría afirmar que siempre
(supongo que con alguna excepción que no he visto) son escenas de pareja de
todo tipo, sí, pero pareja a la que ocasionalmente se suma en un segundo plano
un espectador hombre o mujer, si es varón suele ser un anciano lo que se presta
a novelear con lo que está ocurriendo. Nada de orgías o desparrames. Al contrario,
siempre en interiores detalladamente representados.
Un aspecto mas que
como occidentales
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