“Soga
Monogatari" o “La historia de los hermanos Soga”, Ed. Trotta, Madrid 2012
Preciosa
edición de un clásico de la literatura japonesa en un doble sentido: el
literario y el de la memoria común. Literariamente pertenece al género llamado
Gunki monogatari (Historias de los hechos heróicos”) desarrollado en el s. XIII
tras la caída de los Taira. Yo lo calificaría
como hermano menor del “Heike monogatari”, bastante lejos de su calidad.
Sin embargo, sociológicamente, los hermanos Soga son un referente constante en
múltiples manifestaciones culturales japonesas (tatuajes, como ejemplo
inesperado), y no es de extrañar pues trata de un tema muy valorado: la
obligación de la venganza. Dos niños desde los cinco y tres años están
condenados a vengar a su padre y, por tanto, condenados. Minamoto Yoritomo,
vencedor, exterminó a algunos clanes enemigos con especial interés en que no
quedara ni un solo niño pues su propio clan había sido exterminado pero se
respetaron a los niños: al propio Yoritomo y al espejo de samuraris Minamoto
Yoshitsune. De tan débil brote él consiguió acabar con todo un sistema político
por tanto sabe lo peligrosos que son los niños. Yoritomo no perdona la vida a
los niños sino que pospone su ejecución. Hay pues una especie de “pathos” en la
historia así como aparecen una serie de valores que se estaban imponiendo, el
amidismo es un buen ejemplo. La historia acaba como es de esperar: cumplen su
venganza y mueren uno en combate y el otro ejecutado.
Si
comparamos Soga Monogatari con Chusingura (Los cuarenta y siete leales de la
casa de Asano, más comúnmente conocidos como “Los cuarenta y siete ronin”)
vemos claramente que ambos reflejan dos grandes quiebros de la historia
japonesa: el ascenso del poder militar por encima de cualquier legislación y su
caída al someterse a la ley los cuarenta y siete. Ambos con un mismo eje: la
postergación de la venganza.
En esta
edición (única en castellano que yo sepa) quizás lo más interesante sea la
introducción de Carlos Rubio que contextualiza la obra ampliamente en todos sus
aspectos haciendo un análisis esclarecedor. Otro tanto se puede decir de las
notas a pie de página (tan olvidadas en textos fundamentales como este) que no
sólo son útiles sino que reflejan una admirable erudición.
Como lector
la obra en sí no es precisamente apasionante pues se resiente demasiado de un
sentimentalismo empalagoso y un tanto forzado, acorde sin duda con los gustos
de los oyentes a quien va dirigida. Aun así compensa de sobra con la atención a
las costumbres y usos –las cacerías, por ejemplo- y a la expresión de los
sentimientos.
Los hermanos Soga a caballo, obra de finales del XIX, la importancia de su gesta aun dura.