jueves, 22 de octubre de 2015

"El infierno de las chicas" de Kyusaku Yameno



Título: “El infierno de las chicas
Autor: Kyusaku Yumeno
Editorial: Ed. Satori
Ciudad Fecha: Gijón 2014     Edición original: 1936
Género: Novela corta
Otras notas de interés: Reúne tres novelas cortas, o relatos largos: “No tiene importancia”, “Asesinato por relevos” y “La mujer de Marte”. Epílogo por Daniel Aguilar.

La vida atormentada del autor 1889-1936 explica el enmarañado universo que va envolviendo a las protagonistas de estos tres relatos, pero no sin por ello delatar las circunstancias en extremo complicadas de la condición femenina en Japón. La impresión que me ha dejado al leerlos es la de que las jóvenes, a priori inocentes, van siendo envueltas en una telaraña de prejuicios, sospechas, limitaciones no escritas y mil cosas más sugeridas y no expresadas como es habitual en la narrativa japonesa hasta lograr acabar no sólo con la inocencia e indefensión de las muchachas sino también con su vida.
Desde luego como relatos de terror-suspense son muy valiosos (incluso en algún momento se puede percibir en esencia el espíritu que recientemente resucitó en “El embarazo de mi hermana”)  pero yo diría que más interesante resulta lo que tiene de reflejo de la cotidianeidad japonesa en un periodo complejo, pues en esa corta vida, el autor vivió la modernización Meiji en su juventud, el extraño y delicado periodo Taisho y el principio de la era Showa, reinado de Hiro-hito, pero sólo hasta el momento del militarismo triunfante.  El epílogo es esclarecedor sobre su biografía sin duda alguna.
En cualquier caso lo cierto es que el terror japonés no es en absoluto vano ni tranquilizador ni para los habituales de Lovecraft o Poe, y, desde luego, origen de todo el terror actual en manga, animé, comic y demás manifestaciones. Si se me permite la frivolidad, cualquiera de estos relatos hubiera sido un perfecto guión para la mano maestra de Alfred Hitchcock.
A pesar de lo inquietantes que resultan y de que algunos aspectos culturales en las reacciones de los personajes nos repelen y no acabamos de entenderlos es un libro de lectura amena que merece una lectura atenta.

jueves, 8 de octubre de 2015

Madame Butterfly y los ideales femeninos (6)



Sobre lo que llevamos visto y aunque esta serie de entradas esté quedando en un orden poco o nada ortodoxo, he de tratar ahora, alejándonos un tanto de Madame Butterfly, el conjunto de visiones que nos han ido dejando sobre la mujer japonesa las miradas occidentales desde aproximadamente el siglo XVI, que ha sido llamado pomposamente “el siglo cristiano” de Japón. San Francisco Javier y sus compañeros, no solo jesuitas, suponen otra forma de “colonizar” el Imperio del Sol Naciente, el hecho de que se use el término “evangelizar” e incluso de que en principio acudieran allí con las mejores intenciones cristianas no cambia ni el hecho, siempre inevitable, de que éstas se degradaran, ni la profunda incompatibilidad sobre el mismo suelo de dos religiones que tienen como cabezas visibles a dos hombres divinizados, o casi. Las persecuciones y matanzas de cristianos en un momento en que se estaba gestando un Japón unificado eran, por doloroso que sea admitirlo, fruto inevitable de la situación. Hasta qué punto el “cerrojazo” del Japón Tokugawa doscientos años vino determinado por el afán de mantener alejadas las ideas cristianas del país es asunto que se escapa de nuestro tema y merece un estudio serio que dudo mucho alguien quiera hacer. De aquel “siglo cristiano” ha quedado el llamado arte Namban y diversos textos de sacerdotes, así como un puñado de mártires que raramente se recuerdan hoy como San Pablo Miki y sus compañeros de destino.
Sobre el arte Namban prefiero reservarme mi opinión y sobre el aspecto religioso sólo diré que respeto demasiado la vida humana como para no escandalizarme en varios sentidos al tratar este punto. Resulta evidente que para el tema que nos ocupa son las referencias a la condición femenina que nos dejaron los misioneros jesuitas, dominicos y franciscanos. Lamentablemente sus observaciones ya llegan un tanto mediatizadas por el conocimiento de la mujer china. En general no suelen describirlas aunque se menciona su belleza; les interesa más el papel subordinado frente al hombre. Por poner un ejemplo citaremos la obra del jesuita Luis Frois (1532-1597) “Tratado sobre las contradicciones y costumbres entre los europeos y los japoneses” de 1585 en el que dedica el segundo capítulo a la mujer, contraponiéndola a la occidental.
Principios culturales básicos y errores de bulto por ambas partes provocaron las persecuciones y el cierre absoluto de Japón qué sólo podía comerciar con extranjeros en la isla de Deshima o Dejima, frente a Nagasaki (ciudad de nuestra protagonista la llamemos como la llamemos) y tan sólo con chinos y holandeses. La avaricia colonialista occidental y un sistema de gobierno paquidérmico y anquilosado llevaron a Japón a ser abierto a cañonazos; pero si lo que esperaban era algo parecido a lo ocurrido en China, que casi devoraron, se debieron quedar con dos palmos de narices y perdón por el vulgarismo. Japón resultó ser “incolonizable” por diversas causas que no hacen al caso. Quizás fuera esto o su profundo exotismo lo que atrajo a intelectuales de todo tipo a visitar y escribir sobre Japón y también a muchos diletantes que, desgraciadamente, también escribieron.
Mientras esto ocurría en el mundo, en España no existió un interés tan marcado. No es por nada pero menudo siglo llevábamos aquí como para exotismos: 1868 fue el año de la apertura japonesa pero también el de “La Gloriosa” y la expulsión de Isabel II. Por tanto los textos en castellano se deben a autores hispanoamericanos que, por lo general, no prestan demasiada atención a la condición femenina, salvo, como es natural, a las cortesanas y geishas, así como al hecho de la prostitución legal y no vergonzante. Entre los pocos españoles que dejaron testimonio está Francisco de Reynoso, diplomático destinado en Yokohama del 1882 a 1884 y que viene a ser casi la contrafigura de Loti, al menos en el modo en que trata a la mujer japonesa mostrando el alto concepto que tiene de ellas. Harina de otro costal es la opinión de los misioneros de principios del XX pues, reconociendo su papel capital en la sociedad, la descarta como elemento de cristianización. Nunca será fácil para un occidental comprender del todo el mundo religioso japonés.
Resulta sobremanera interesante que la mujer japonesa, especialmente durante el más que peculiar periodo Taisho (1912-1926), ve como la occidentalización le abre todo tipo de puertas incorporándose al mundo laboral. Es importante igualmente destacar que durante el inmediatamente anterior periodo Meiji las geishas cobraran una especial relevancia siendo ellas eje y catalizador de no poca actividad política. Sin duda fue el momento en que la geisha alcanza la categoría de mito, y no sólo en un sentido.
Por un lado la geisha encarnará para el burgués colonialista la sumisión y la entrega perfecta –en una fantasía en esencia igual a la del harem islámico que tanto juego dio a las artes con sus odaliscas, baños turcos y novelerías varias- . Un segundo aspecto es, curiosamente, apenas se menciona antes del japonismo es el de su belleza, algo que la cultura japonesa sabe crear como ninguna. Mezclando ambos conceptos se crea un mito básicamente sexual que ha dado lugar a no pocas confusiones entre geisha y prostituta. El universo de la las geishas no es inmaculado, desde luego, pero sí mucho más complejo que eso y a él habremos de volver con algo más de detenimiento, tanto en la realidad como en el mito.