miércoles, 29 de julio de 2015

Utamaro y El beso

Inauguro hoy una nueva sección sobre la sensualidad y sexualidad en el Japón tradicional. Es campo amplio y habrá entradas como las de hoy que sean simplemente para la contemplación pura de la belleza de un trabajo artístico y otras habrá más analíticas y explicitas. Utamaro es el artista por excelencia de la mujer en el estilo ukiyo-e (muchos consideran todo el arte del grabado en madera del periodo de Edo ukiyo-e pero no lo es, su traducción literal es "pintura del mundo que transcurre" en el sentido del mundo frívolo de los barrios de placer o los teatros). Su vida transcurrió entre 1753 y 1806 y a lo largo de la misma desarrolló una obra prodigiosa de admiración, adoración y casi culto por la mujer y su entonces limitado universo. Por supuesto, también realizó libros eróticos de gran demanda, pero con una especial elegancia y delicadeza. El ejemplo que he escogido hoy es una de las obras más exquisitas del autor y del género. Pertenece al "Poema de almohada" de 1789. Quizás haya que resalar que el beso en la cultura tradicional japonesa pertenece exclusivamente a la intimidad, de ahí su inclusión en libros de género erótico. 
Si Utamaro es la cumbre y esta quizás la mejor de sus obras eróticas nos va a valer para trazar unas pocas caracteríscas de este arte a menudo pornográfico. Por ejemplo, la ausencia de desnudo, de hecho el juego de los ropajes, las texturas, los colores enredandose entre los cuerpos de los amantes que dejan descubierto justo lo que deberían cubrir los ropajes es uno de los elementos del erotismo de la estampa erótica (shunga)
Otra -y con esto dejamos el tema por hoy- de las características es la sexualidad expresada en climax no carentes por supuesto de excitación pero también de un grado de violencia variable, al menos para el ojo occidental.

sábado, 25 de julio de 2015

Consideraciones sobre las armas japonesas


Hoy abrimos una nueva sección dedicada al mundo de las armas japonesas con una breve introducción. Todos tenemos en la cabeza los celebérrimos sables -aunque lo más probable es que no todos los tipos, pero de eso ya hablaremos-, sin embargo, existen una amplia variedad de armas que están muy lejos de esos sables.
Hay que remontarse un tanto para comprender el proceso, o al menos una de las visiones del nacimiento de esas armas, en 1588 Toyotomi Hideyoshi, uno de los artífices de lo que podría considerarse la unidad japonesa -al menos en el plano de las guerras entre feudos-, promulgó lo que ha dado en llamarse Katana gari, un edicto por el que se prohibía el uso de sables y demás armas bélicas a toda la población que no fuera de clase samurari. Eran tiempos muy revueltos, los caminos muy inseguros y con esta ley quedaba toda la población civil completamente a merced del samurai, a menudo era éste un personaje muy alejado de los ideales neoconfucianos del Caballero convirtiéndose en muchas ocasiones, sobre todo en el caso de los Ronin (hombre ola) o samurais sin casa a qué servir, en bandas de ladrones y vándalos. Pero también estaba el samurai cruel o tirano de sus inferiores que decapitaba a cualquiera por que al paisaje le faltaba un toque de rojo o para probar el filo del sable.
Ante esta realidad la población civil, campesinos, monjes, incluso cortesanos, desarrollaron una serie de técnicas, hoy consideradas artes marciales, usando como armas los objetos más variopintos que quepa imaginar, la primera opción eran, lógicamente, las herramientas de trabajo pero no se limitaron a ellas. Aplicando el principio de que el arma es tan poderosa como hábil en su manejo sea el combatiente se enfrentaron con éxito a los samurais en no pocas ocasiones.
Dicho lo dicho iremos viendo y desarrollando las armas japonesas en su conjunto lo que implica tanto las armas propias de la clase guerrera como las que no lo son.
De nuevo hemos de tener en cuenta la geografía japonesa, compleja, abrupta y de comunicaciones harto difíciles, pero también el momento en que se produce el Katana gari. Me explico, en este periodo se está prefigurando un Japón en paz, que sólo llegará a principios del XVII de la cruel mano de Tokugawa Ieyasu. Un Japón con una enorme clase guerrera, sin guerras, pero necesaria para sostener un status quo basado en la amenaza, como alguien dijo del periodo de Edo "la paz de los cementerios". Cualquier revuelta era salvajemente aplastada pero evudentemente cada vez había menos revueltas y la clase samurai tuvo que reconvertirse bien en administradores de los feudos, labor que habían venido desempeñando con menos intensidad desde algún tiempo atrás, ejercer un trabajo y perder así su condición, o convertirse en parásitos sociales ociosos y camorristas. Fue esta situación y no otra la que hizo que el pueblo japonés tuviera que desarrollar técnicas para convertir en armas mortales que incluso hoy se usan en todo el mundo, objetos inofensivos.
Lo que nos da un amplísimo abanico de tipos de armas de la primigenia espada al bastón de caminante que resulta fascinante .

viernes, 24 de julio de 2015

Dos novelas de Yoko Ogawa: "La resindencia de estudiantes" y "La piscina"



Título: La piscina
Autor: Ogawa, Yoko
Editorial: Ed. Funambulista
Ciudad Fecha: Madrid 2012             Edición original: 1990
Género: Narrativa, novela corta.
Comentario: Novela muy breve, casi un cuento largo, que, sin embargo, resulta especialmente desconcertante y, si se me permite, inquietante. No es infrecuente en las obras de esta autora encontrarnos con elementos que descomponen la realidad aparentemente racional y “normal” que ha ido construyendo con una fluidez muy de agradecer para el lector occidental. El desasosiego brutal que nos deja “El embarazo de mi hermana” es un buen ejemplo de lo que digo, quizás el mejor. Aquí las pinceladas son más cortas y más ambiguas. A través de una protagonista que siente su identidad difuminada en el entorno, la autora deja desbordarse un erotismo casi ilimitado y omnipresente que no toma una clara forma de tal para la muchacha protagonista. Al mismo tiempo, y también mediante unas formas igualmente fluidas, en el mismo nivel con que retrata el muro de la entrada en l casa, la chica comete actos de una crueldad hiriente, gratuita, sádica. La lectura de este texto trae a la cabeza la galería de mujeres monstruo de la iconografía japonesa, sobre todo de la más reciente.
Quizás lo que más impactados nos deje sea la superficie de la piscina. Me explico, el chico objeto inconsciente aun del deseo de la protagonista práctica saltos de trampolín y ella acude siempre a verle entrenar, mencionando más o menos de pasada pero varias veces la quietud o no del agua de la superficie en el salto. En la novela la superficie de la realidad queda quieta, inalterable, indiferente o no, pero lisa y apacible.
Realmente una obra que vale la pena leer y reflexionar sobre el descubrimiento de la maldad.
Calificación personal: 8
*
Título: La residencia de estudiantes
Autor: Ogawa, Yoko
Editorial: Ed. Funambulista
Ciudad Fecha: Madrid 2012             Edición original: 1991
Género: Narrativa, novela corta
Comentario: El relato está contado desde el punto de vista de una mujer cuyo marido está en Suecia preparando el traslado de la familia, ella puesto que no hay hijos, a éste país. Por su parte ella parece no querer darse cuenta de la cada vez más apremiante falta de tiempo para el traslado y pasa sus días haciendo patchword. En esta situación aparece un primo que le pide ayuda para encontrar una residencia para vivir con poco dinero mientras realiza sus estudios universitarios. Ella recuerda la suya y allí le lleva.
Esta es la premisa sobre la que se estructura una en apariencia simple trama en la que juega un papel fundamental el director de la residencia, un anciano sin brazos que es, por otra parte independiente totalmente, esa independencia y los esfuerzos necesarios para ella han deformado irreversiblemente su cuerpo haciendo que una costilla se vaya acercando al corazón que acabará por perforar. Ella visita varias veces la residencia para ver a su primo que, casualmente, nunca está.
La inestabilidad del cambio representado por lo que fue y lo que es la residencia, lo inexorable del movimiento de la costilla, las referencias a las plantas y a las abejas, la proximidad de un radical cambio de vida con el traslado a Suecia que ella no parece estar asimilando, el aire de ruina radical que va destilando la Residencia van creando una tensión en el lector que engancha de un modo quizás algo irracional, pero casi sentimos como la costilla se desliza lentamente abriéndose paso entre los órganos, mientras van surgiendo más y más preguntas sin respuesta.
Sin duda de los textos que he leído de esta autora es el más inquietante, más incluso que el célebre “El embarazo de mi hermana”. El inesperado final nos deja básicamente desorientados.
Sin llegar al terror, la autora maneja como pocos el desasosiego, lo que en lenguaje cinematográfico llamaríamos “suspense” pero mucho menos evidente que éste, hasta llevarnos a un extremo inequívocamente japonés. Desde luego lectura más que recomendable.
Si se me permite un comentario anexo creo que hay que apreciar como valor añadido que la autora continúa viviendo en Japón, no como tantos otros que escriben desde otros países.
Calificación personal: 9

jueves, 23 de julio de 2015

Rokuro Kubi o La Cuellilástica

 Una Rokuro Kubi representada por uno de los mayores artistas japoneses: Hokusai

Existe en la cultura tradicional japonesa una suma, o mejor, coexistencia de muy diversas maneras de entender el mundo o lo que viene a ser religiones y filosofías. A modo de pequeño apunte y sin pretender sino esbozar el panorama hemos de citar : Confucianismo, Neoconfucianismo, Budismo en prácticamente todas sus escuelas, algunas de las cuales nacen en Japón como la fundada por Nichiren y otras que sufren al contacto con la cultura japonesa transformaciones casi radicales, como la Ch’an que evoluciona al Zen y como tal se trenza en Japón y sus manifestaciones tanto literarias como artísticas. Sin embargo, anterior a la llegada de todos estos movimientos desde el continente es el Shinto que, en su conjunto, es el suelo legitimador de la dinastía imperial. Ahora bien, el Shinto es a su vez  una suma más o menos sistematizada de –más bien menos que más- de diversas religiones, mitos y grupos chamánicos; en algunos aspectos es muy semejantes a los orígenes de los mitos griegos, eso sí, sin la lógica griega pero con un pensamiento mágico más perdurable que resultó ser en la mitología helena.
Habitualmente, aunque parece que vamos corrigiéndonos, se nos olvida lo absolutamente determinantes que resultan los condicionantes geográficos: pequeños valles prácticamente aislados, extremadamente boscosos, sin grandes ríos ni grandes llanuras fértiles, salvo la del Kanto donde se asienta Tokyo, y con contadas materias primas, costas abruptas a menudo y todo ello bajo la permanente amenaza de terremotos y tsunamis con los que han aprendido a convivir.  Si a estas realidades sumamos una fauna de pequeños animales, nada parecido al elefante indio o al tigre, nos encontramos con un entorno más que peculiar.
Con este paisaje es inevitable que surjan una enorme cantidad de seres sobrenaturales propios. La creencia en algunos de ellos se limita a regiones concretas y otros, en cambio se extienden por todo Japón. Así se compone todo un “ecosistema” sobrenatural. A estos seres hay que añadir las cualidades mágicas que se les han otorgado a determinados animales como las grullas o los tejones que han protagonizado bellísimas historias, sin embargo, la mayoría de los seres sobrenaturales han permanecido en sus elementos propios con pequeñas anécdotas que recogen su existencia aunque sin dejar de aparecer ocasionalmente en las grandes epopeyas.
Aunque habremos de volver a ellos como grupo o grupos, hoy quiero comenzar una serie en la que hablaremos de éstos seres sobrenaturales llamados genéricamente Yokai. Comenzaremos por uno de los más populares y aterradores al que seguramente se le podrán aplicar varias lecturas, además de la evidente: los Rokuro Kubi.
Sin lugar a dudas es uno de los yokai más famosos en Occidente y también de los más representados en las ilustraciones japonesas. En principio los Rokuro Kubi caminan en el filo de una extraña ambigüedad pues no queda claro si son seres que tienen forma humana durante el día y cambian de noche “per se”, o son humanos que por alguna razón se convierten en Rokuro Kubi, o incluso serlo sin conocer su propia naturaleza. Por ser ambiguos lo son hasta en el grado de terror capaces de producir.
Mayoritariamente suelen ser mujeres (también los hay masculinos pero son menos importantes) vestidas con kimono y echadas en un futón. Hasta aquí la representación no presenta nada anormal. A medianoche voluntaria o involuntariamente, o cuando se enfurecen sea la hora que sea, su cuello se alarga de modo inverosímil como una serpiente en el mejor de los casos para asustar a los humanos, necesidad que tienen en su naturaleza. Sin embargo, no son siempre tan inofensivos tomando su cabeza aspecto de Oni (otro yokai del que hablaremos y que es una especie de ogro autóctono) Suelen asustar, espiar, o beberse el aceite de las lámparas.
La representación más habitual es la mencionada de mujer hermosa echada en un futón, alargando el cuello de manera más que inquietante: Durante el periodo de Edo (recordemos 1600-1868) estas figuras femeninas se van, como casi todo en ese tiempo, “frivolizando” y perdiendo un tanto su carácter terrorífico al identificárselas con prostitutas o criadas vengativa, en cambio ganan un sentido burlesco al dedicarse a hacer travesuras a los humanos.
Es interesante el origen de este yokai. Por todo el sudeste asiático y Sur de China existe la variedad más siniestra del Rokuro Kubi que se caracteriza por desprender la cabeza del todo y vuela arrastrando órganos ensangrentados, si al regresar a su cuerpo no lo encuentran, mueren. Esta imagen parece ser que llegó a Japón en un momento de “apertura” en sus relaciones con China durante el periodo Muromachi (recordemos 1331-1573). Sin embargo, el cierre de fronteras radical del periodo de Edo hizo que, poco a poco, se fuera vaciando de contenido fantasmal el mito para protagonizar historias humorísticas o algo más. Al igual que en Occidente se hicieron en esta época  exhibiciones con humanos y animales deformes, “paradas de los monstruos”, reales o,  más frecuentemente, “fabricadas” , así en 1808 tuvo un notable éxito una figura –ignoro si esqueleto o más completa que eso- de un Rokuro Kubi.
Lo que sí es cierto es que tiene una enorme fuerza tanto por la cantidad de historias que protagoniza como por su continuidad en el tiempo de su representación iconográfica que llega a nuestros días, además ya no es una figura exclusivamente representada en Japón y por japoneses sino que numerosos artistas de la ilustración y el comic occidentales la siguen representando. 

Cierro el tema de momento con una selección de Rokuro Kubi de diversas épocas.