sábado, 25 de abril de 2015

Un gran descubrmiento. Doce cuentos japoneses.



Título: “Un gran descubrimiento. Doce cuentos japoneses
Autor: Varios autores.
Editorial: Quaterni
Ciudad Fecha: Madrid 2015 
Género: Narrativa, evidentemente cuentos.
Otras notas de interés: Sin ilustraciones y con muy pocas notas pero muy bien puestas y esclarecedoras, sin ser éste su principal mérito sí que deja aportaciones interesantes.
Comentario: El propio título nos lo cuenta casi todo, se trata de una selección de doce relatos breves de ocho de los mayores narradores del s. XX y en alguna ocasión de la transición del XIX al XX. Todos estos elementos que deberían hacernos su lectura más cercana no acaban de hacerlo. La mirada peculiar de la cultura japonesa, a menudo,  nos desconcierta en exceso, dejándonos, por decirlo así, un poco en el aire. Por ejemplo el relato “Sushi” de Kanoko Okamoto con un final abierto, abiertísimo en realidad nos deja un poco, hablo desde mi exclusivo punto de vista, descolocados ante qué ha querido relatar en esas pocas páginas. Otros, en cambio, nos resultan más fáciles, al menos a quienes tenemos cierta costumbre de lidiar con la narrativa japonesa como “El hombre toro” de Anushi Nakajima en la que aborda en tradicional tema de la venganza tan propio del mundo del Medievo japonés, o, del mismo autor “La luna sobre la montaña” donde se adentra en el mundo semisobrenatural, el apego y las consecuencias del mismo. No hay un tema que una los relatos de manera que la muestra del panorama de la época retratada es mucho más rica abordando desde la ciencia ficción a la manera más medieval de abordar un tema. Incluso hay un relato “Corre, Melos” de Osamu Dazai que pertenece a la tradición occidental pura y dura, creo recordar que la primera vez que lo leí fue en “Las mil y una noches” y luego se ha repetido ad infinitum, incluso en la versión animada de hace unos pocos años de Simbad el marino. Está clara la influencia de ciertos contactos con la cultura occidental, diría más bien anglosajona, en varios de los autores pero, desde mi punto de vista, salvo el ejemplo de Dazai esos contactos no llegan a alterar, a tocar la médula de la mirada del escritor japonés.
Calificación personal: 8

domingo, 12 de abril de 2015

Madame Butterfly (o los ideales femeninos) 2



Retomando a nuestra Madame Butterfly hemos de volver a un tema largamente tratado: el de la múltiple paternidad de la ópera en cuanto a argumento, por supuesto. Sí, el tema es recurrente, viene a ser una más de las consecuencias de la moda “japonesista” que, a su vez se enmarca en el movimiento más amplio pero muy definido llamado “Orientalismo”, que, con una amplia visión del Oriente, abarca desde Marruecos a Japón, pasando ocasionalmente por España, afortunadamente poco a poco se fueron definiendo los espacios y se aclaró un tanto el asunto del Oriente. Este asunto en concreto, me refiero al tema de Butterfly deriva y es clara muestra de cierta rama del pensamiento occidental de la época del colonialismo.
Tradicionalmente al tratar este tema se menciona, casi como un tótem, la obra de Pierre Loti, cuyo nombre real era Louis-Marie-Julien Viaud y cuyo seudónimo viene del apodo que le endosaron sus compañeros marinos por su “delicadeza” comparándole con una flor de loto y dejando claro que le consideraban más bien “blandito”. Entre las diversas obras que Loti nos ha dejado la que nos interesa y quizás la más popular desde el primer momento, aunque no la mejor, es “Madama Chrysanteme” .
La obra, publicada en 1887 fue un éxito glorioso pues en Francia rara era la casa (que podía permitirse comprar libros) donde no se encontrara un ejemplar de esta breve novelita. Mi opinión sobre ella ya quedó clara en la entrada anterior pero toca ahora hablar sobre las cualidades que posee tal obra como para convertirse no sólo en un bombazo editorial decimonónico sino como para ser considerada poco menos que el Génesis del Madame Butterfly. Creo que el principal elemento de seducción para el lector de la época es, si se me permite la expresión, la mirada panorámica que ofrece desde la primera página describiendo con pinceladas breves sin pretender profundizar en nada pero creando una ilusión de realidad mediante toques coloristas, exóticos, con un estilo lleno de diminutivos que no siempre indican tamaño –que desde luego sería coherente, hasta cierto punto- sino mezquindad, ruindad, y casi animalidad con giros como “pequeño cerebro”, “mínimo corazón”. En fin, lo que una sociedad espera confirmar de un territorio que no ha sido capaz de colonizar. Desde mi punto de vista seria para la buena sociedad chauvinista el equivalente a una colección de postales escritas y tampoco creo que Loti pretendiera mucho más, eso sí, queriendo darle un toquecito erótico al centrar esas postales en un matrimonio temporal con una belleza exótica, a la que el autor, al fin y al cabo, parece insensible o poco menos. Desde luego no siente una gran preocupación por la vida interior o el temperamento de la joven. La cuestión es que un exitazo semejante con el morbo añadido de basarse en una experiencia personal tuvo como consecuencia una ópera con prólogo,  nada menos que cuatro actos y un epílogo, con el mismo título y compuesta por André Messager y estrenada en 1893.  
Sin embargo, el tema de la “paternidad literaria” o incluso como posible antecedente de Madame Butterfly que habitualmente se da por hecho me parece poco menos que una memez, por no decir un disparate. Quizás me equivoque –no soy especialista- pero creo que la clave de Puccini es que el marino extranjero, a esas alturas ya se llamará Pinkerton, se casa como Loti, consciente de su temporalidad pero Butterfly, a diferencia de de Crisantemo, no es consciente de ésta, lo que desencadenará la tragedia. Volvamos un momento al personaje de Crisantemo
Durante toda la novela Loti no muestra el menor interés por ella, hay una cierta sospecha de homosexualidad del autor que explicaría la escasa o nula atención a la “femineidad japonesa” que tanto ha fascinado a los occidentales (para informarse más acudir a http://leopoldest.blogspot.com.es/2011/11/pierre-loti-por-la-diversidad-y-contra.html del magnífico blog L’armari obert). Loti por el contrario no sólo ignora este aspecto sino que Crisantemo es un personaje casi plano del que se nos da una mínima información, a menudo aparece simplemente como una dicho en lenguaje vulgar “sacona” de chucherías y baratijas, un poco ñoña. Si no fuera por una pequeña “postal” forzadísima por el autor no conoceríamos absolutamente nada de ella. El marino, a punto de zarpar, regresa inesperadamente a la casa que ha compartido con ella y la encuentra jugando feliz con las monedas que son el precio acordado por matrimonio temporal, como una niña, de nuevo como hubiera hecho Nana si se hubiera encontrado en semejante situación. Eso es cuanto sabemos de ella, algo que tranquilizaría a las damas burguesas que leyeran ávidamente la novela y, por supuesto, justificaría ante las más moralistas la actitud del autor. Autor que, hemos de reconocer, tonto no era pues supo sacar partido publicando a rebufo del éxito de Madama Chrysanteme en 1889 un texto titulado “Japoneríes d’automne”, publicado en España, con esa costumbre de cambiar títulos, como “El Japón” y que sus lectores consumirían ávidamente. Personalmente lo creo una lectura deliciosa, decorativista, pero deliciosa.
Visto lo visto y habiendo dejado clara mi opinión sería bueno preguntarse que tiene que ver Crisantemo con Mariposa y que cada uno vaya formando su opinión.